martes, octubre 11, 2016

Che

LA ULTIMA SOPA DEL CHE
Julia Cortez entró en la escuelita porque quería ver al “monstruo”. Los milicos y la CIA llevaban tanto tiempo tratando de dar con él… Y ahora estaba allí, detenido, en La Higuera, encerrado en su diminuta escuela. A esa aldea boliviana de poco más de 50 almas, perdida en la montaña, ella había llegado hacía no muchos meses para ser la maestra. “Tenía 19 años”, cuenta lento esta mujer de 65. “Yo ni siquiera sabía cómo se llamaba el preso. Lo que nos habían dicho desde meses atrás es que era un cubano comunista que venía a Bolivia a imponer sus ideales y a hacernos daño. Que era el jefe de unos guerrilleros que asaltaban y violaban. Que llevaba una coraza y un casco y que era imposible que muera”. No pudo resistir la tentación de ver al villano, al animal enjaulado, a ese tipo que más tarde supo que se llamaba Ernesto Guevara. Crónica aquí.


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