martes, febrero 07, 2017

Enrique Santos Discépolo,

Soy un arlequín
Actor, compositor, dramaturgo, sinónimo de tango y mito nacional, venerado y proscripto por su adhesión al peronismo, existencialista y mediático avant la lettre, Enrique Santos Discépolo es una de las figuras más trascendentes de la cultura argentina. Por estos días se reedita, corregida y ampliada, la biografía que le dedicó Sergio Pujol en 1997, y que ahora, veinte años después, incorpora nuevas cartas y documentos acerca de su paso por México, sobre la génesis de “Cambalache” y también material fotográfico muy poco conocido. Aquí se anticipa el prólogo escrito especialmente por el autor para esta edición de Discépolo: Una biografía argentina.
Quizás el lector novel no sepa que Enrique Santos Discépolo, cuya vida entró casi perfectamente en la primera mitad del siglo XX, fue figura omnipresente durante su existencia, y omnisciente desde el día de su muerte. Pocas personalidades de la historia argentina, si acaso alguna, supieron desplegar como él un talento tan multiforme y osado: actuación teatral, dramaturgia, autoría y composición de tangos, dirección y actuación en cine, y distintas formas de intervención en radio. Incluso llegó a dirigir, por poco tiempo, una orquesta de tango. Fue “el prototipo del porteño” -antes de la globalización se decía así de un sujeto al que se le adjudicaba la representación simbólica de toda la ciudad–, y desde 2008 la breve diagonal peatonal que va desde Corrientes y Riobamba hasta Callao y Lavalle –por ahí cerca vivieron Enrique y Tania en los 40– se llama Pasaje Enrique Santos Discépolo, un dato bastante singular en una ciudad algo reacia a nominar sus espacios públicos con los nombres de sus héroes culturales. Nota aquí. 

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