martes, marzo 12, 2019

Claudia Piñeiro

Ni un paso atrás

Lo extendido del movimiento feminista y su poder para llegar a cualquier rincón de planeta produce pavor en sectores conservadores. El problema, para ellos, es que el cambio ya empezó y es imparable


Este 8 de marzo fui a la marcha por el Día Internacional de la Mujer luciendo la remera color morado que usan las españolas con el lema: “Ni un paso atrás”. Llevé en el cuello el pañuelo verde que usamos las argentinas con el estampado: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”. En el brazo izquierdo me anudé el pañuelo verde que usan las brasileñas: “Nem presa nem morta por aborto” y “Nem uma a menos”, y también el de las chilenas: “No bastan 3 causales”. Si hubiera tenido más pañuelos de otros países del mundo, más símbolos, más pulseras, más adornos, más lemas, los habría llevado. Porque la suma de todos esos reclamos o deseos es el grito feminista global que se hizo oír este 8 de marzo en el mundo entero. Estamos juntas, aunque nos separen miles de kilómetros de distancia. De algún modo cada mujer que salió a la calle con su reclamo reclamaba por todas. Y eso, lo extendido del movimiento feminista, su poder de derramarse hasta llegar a cualquier rincón del planeta, produce pavor en sectores conservadores que salen como compadritos a agitar el dedo índice y pegar cuatro gritos creyendo que con eso lograrán que nada cambie. El problema, para ellos, es que el cambio ya empezó y es imparable. Nota aquí.


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