Nuevo disco de César de Centi
Grabación, edición y diseño de mi quinto disco. Canciones a bocajarro y sin trampa ni cartón. Consigue recompensas exclusivas.
Sobre el proyecto Comunidad
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Flamenco, toros y carreteras andaluzas: el viaje que cambió el rumbo de los Beatles
Erique Sánchez analiza en el libro ‘Por un penique de fresas’ las influencias ibéricas que marcaron la grabación de los clásicos ‘Penny Lane’ y ‘Strawberry Fields Forever’
Que los Beatles son una especie de galaxia insondable que nunca se acaba de explorar del todo, es algo que conocen bien los seguidores de la banda. Pero hay exploradores más experimentados que otros. Enrique Sánchez, líder del grupo nLos Escarabajos -uno de los más conocidos versionadores del cuarteto de Liverpool- lleva años tocando y estudiando a fondo sus canciones y su historia. Prueba de ello es Por un penique de fresas (La semilla del disco que cambió a Los Beatles) (Silex), un libro que recrea la génesis andaluza de uno de los discos más celebrados de todos los tiempos.
La historia de este ensayo comienza en 2016, cuando Sánchez celebraba junto al radiofonista salmantino José Ángel Martín los cincuenta años del planteamiento en Abbey Road de Penny Lane y Strawberry Fields Forever, canciones del tándem Lennon-McCartney cuyo registro trajo consigo el single anticipo de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. “Un vinilo transicional sin precedentes que, gracias a ambos temas directamente vinculados con Liverpool, establecería la escisión entre las consabidas primera y segunda épocas del cuarteto en todos los aspectos de su música e imagen”, explica el autor. “Entonces descubrí que el eslabón perdido se hallaba en Andalucía”. Nota aquí.
TERAPIA POÉTICA
Murió Camila Perissé, un símbolo de los años 80
La actriz y vedette Camila Perissé, una de las más significativas representantes del destape de la década de los 80 y con un importante recorrido en cine, TV y teatro, falleció este martes a los 70 años en un hospital marplatense como consecuencia de una afección respiratoria, la última dolencia de una serie de problemas de salud que la aquejaron en los últimos años.
Camila Perissé se llamaba en realidad Camila Porro, aunque había elegido el apellido materno para su actividad artística, que abarcó el teatro, series de televisión y películas, a través de los cuales y gracias a una belleza desafiante se transformó en un “sex-symbol” del país durante los 80. La edición local de la revista Playboy la tuvo como habitante de sus tapas y páginas interiores varias veces, a partir del famoso desnudo que protagonizó en La señorita de Tacna, una obra de Mario Vargas Llosa que dirigió Emilio Alfaro en el teatro Blanca Podestá, con Norma Aleandro al frente del elenco.
Mar del Plata era la ciudad de nacimiento de Camila, quien a los seis años se trasladó a Buenos Aires junto a su familia –su madre, Ana Nieves, fue actriz secundaria en películas de Libertad Lamarque y Hugo del Carril-, y desde la adolescencia encontró en la gran ciudad un foco de cultura que la fascinó.
La maestra vienesa Hedy Crilla y su discípulo Agustín Alezzo la dirigieron en su debut con Despertar de primavera (1977), de Frank Wedekind, junto a un elenco de principiantes que luego lograron fama y un buen pasar gracias a la televisión, entre ellos Luisa Kuliok, protagonista de un comentado “topless” a bordo de una canoa. En teatro se animó a todo: desde secundar a Rudy Chernicoff en Yo, argentino, participar como vedette o media vedette en las revistas Zulma en el Tabarís, con Zulma Faiad; El Maipo es el Maipo y Gasalla es Gasalla, con Gasalla, Enrique Pinti y Claudia Lapacó; o hacer comedia en Amores míos, con Thelma Biral, Raúl Aubel y Víctor Hugo Vieyra. Nota aquí.
Manu Chao en Buenos Aires, a 30 años de "Casa Babylon"
Tras nueve años sin presentarse aquí, el músico hizo dos shows acústicos en Obras, pero no desempolvó ningún tema del disco que despertó a un continente.
Hasta hace unos días, habían pasado nueve años desde la última vez que Manu Chao había actuado en Buenos Aires. Si en esa ocasión había hecho saltar al público en a la cancha de Ferro en una noche caliente -no sólo por la pasión sino también por el verano sofocante-, nueva visita mostró un escenario muy distinto. Y en más de un sentido. El músico francoespañol volvió con una propuesta íntima, acústica y con base en la rumba catalana en el mismo lugar en el que debutó en la Argentina, en 1992: el estadio Obras Sanitarias. En la primera de sus tres fechas en la capital argentina, el pasado jueves 15 de febrero (repitió ahí el domingo 18 y anunció un show más para el martes 27, pero en el Teatro Flores), las 4 mil personas que asistieron fueron parte de una grey que parecía en peligro de extinción. Esa en la que conviven rastas y mohicanos, remeras tie-dye con las de la calavera del club alemán de fútbol St. Pauli, y okupas y hippies con prepaga.
Ese menjunje de tribus, estéticas, ideas e imaginarios sólo se pudieron encontrar gracias al rock mestizo, un movimiento tan ambiguo como abstracto (aunque de intenciones convergentes), con su origen en bandas punk como The Clash y Crass, y conceptualizado por un puñado de franceses periféricos comandados por los hermanos Chao: el grupo Mano Negra. Una respuesta al rock alternativo anglosajón de los años '90, incluso en el crisol de razas de sus integrantes, amén de vale todo de estilos musicales. Tras sacar sus discos Puta’s Fever y King of Bongo, y con la revelación de que Manu Chao, su frontman, había dicho que era hincha de Nueva Chicago, la banda se embarcó en la gira Cargo ’92. Luego de varias escalas por Sudamérica, anclaron en esta orilla del Río de la Plata. Acá cultivaron un sinnúmero de anécdotas, al igual que un amor imperecedero. Especialmente todo su cantante y guitarrista. Nota aquí.
¿Por qué no tiene sucesor Paco de Lucía?
En el décimo aniversario de su muerte, cinco de los siete tocaores que lo acompañaron en sus giras explican por qué su figura es irrepetible.
En el inicio fue el padre, Antonio Sánchez Pecino. Luego, el hermano, Ramón, que antes de irse al servicio militar heredó la tarea de enseñar y proteger a un pequeño tocaor que acabaría siendo el mejor guitarrista flamenco de todos los tiempos. Lo recuerda César Suárez en una de las últimas biografías publicadas sobre él, El enigma Paco de Lucía (Lumen, 2024), donde se explica, entre otras cosas, que la evolución fue tan rápida que en pocos años Ramón de Algeciras pasó de ser maestro a ser segundo guitarrista de su hermano, nueve años más joven.
Él fue el primero de los segundos, un papel que tuvieron otros seis músicos que formaron parte, en distintas etapas, de alguna de las bandas que montó el autor de ‘Entre dos aguas’ para dar sus recitales por el mundo. Con todos, a excepción de Ramón, fallecido en 2009, y José Jiménez, El Viejín, que no ha dado declaraciones, habló Babelia para saber por qué, 10 años después de su fallecimiento, Paco de Lucía sigue sin sucesor. Y eso que se le busca con ahínco desde el 25 de febrero de 2014, el día que murió a los 66 años.
El peso de la responsabilidad
La superdotación que detectó el hermano es una de las cualidades de Paco de Lucía que destacan los entrevistados. Pero antes de seguir, ¿qué es un segundo guitarrista? “Es un papel muy importante porque mantienes el ritmo, el eje principal de lo que se interpreta, y conlleva que te repliegues para que el solista pueda desplegar todo su arte”, resume Juan Manuel Cañizares, que en los años noventa formó un trío de guitarras con José María Bandera y Paco de Lucía, con quien compartió 10 años de escenarios. Él, que ya entonces era solista, reconoce que “era mucha responsabilidad, porque hablamos de unos niveles musicales de relojero, niveles milimétricos de ritmo”.
La dimensión de esa responsabilidad se entiende aún mejor cuando se escucha a qué velocidad tocaba Paco de Lucía, aunque como recuerda Dani de Morón, que lo acompañó en la gira del disco Cositas buenas, ninguna de sus escalas vertiginosas era gratuita, estaban al servicio de la composición y la expresividad. Cañizares amplía: “Matizaba las frases como quería, era como un mago. Era algo muy genuino y luego, el alma que le ponía a cada nota. Porque la nota hay que darla, pero eso es solo la mitad de esta historia, la otra mitad es cantarla. Y yo he visto pocos músicos con ese nivel”. Niño Josele explica lo mismo de una forma muy sencilla: “Paco cantaba con la guitarra”. Por eso, este tocaor almeriense, que pasó una década actuando con el maestro decidió acompañarlo como había acompañado en el pasado a Rancapino o Enrique Morente: como si fuera un cantaor.
De ese modo, Niño Josele buscaba su manera de hacer las cosas, pero también esquivar las comparaciones. Por eso, al preguntarle qué pensó cuando leyó un titular de EL PAÍS en el que Chick Corea lo señalaba como el sucesor de Paco de Lucía, responde: “Pensé que me iba a arruinar la vida”. El titular en cuestión es de 2010. Paco de Lucía aún vivía. Nota aquí.
El bar, la última trinchera de la España vacía
“No se puede concebir un pueblo sin su bar”. Los vecinos de los lugares con riesgo de despoblación buscan alternativas para que no desaparezcan sus templos sociales, en peligro de extinción desde que estas localidades empezaron a vaciarse. Son un arma poderosa contra la soledad.
Niebla, lluvia, frío y soledad. Esa es la imagen de Calabazas de Fuentidueña (Segovia) desde el campanario de su iglesia en una mañana de domingo de enero. Por una de sus calles, la única que tiene tránsito a mediodía, uno de los 16 vecinos camina hacia el bar, en el centro del pueblo. Allí se encuentra una decena escasa de personas. Heraclio Calvo (69 años), originario de esta localidad segoviana y ahora jubilado tras pasar más de media vida trabajando fuera, utiliza el tirador de cerveza como un experto. Dice que siempre lo ha hecho. El bar de su pueblo, autogestionado por los propios vecinos, es uno de los que resisten al despoblamiento de las zonas rurales.
Los bares son la cuna del rito del terraceo, de la caña a media tarde —y, a veces, a media mañana—, de las charlas interminables frente a la barra… Pero en los pueblos en riesgo de despoblación, esos templos sociales están en peligro de extinción. De los 8.131 municipios, 1.435 (el 17,7%) carecen de bar, según los datos aportados por la Confederación Empresarial de Hostelería de España (CEHE) e incluidos en el informe La dimensión social de la hostelería. En total, 142.781 personas viven en un municipio sin este establecimiento, y la comunidad más afectada es Castilla y León, con 70.441, casi la mitad del total.
La desaparición progresiva de estos espacios es otro problema más para la ya castigada España vacía. En la primavera de 2023, Teruel Existe presentó una propuesta de ley en el Congreso para dotar de ayudas económicas, financieras y administrativas a estos bares. Meses más tarde los medios de comunicación se hicieron eco de las ofertas públicas en las que se brindaban viviendas en alquiler por un precio simbólico —en algunos casos llegó a ser de 10 euros— a cambio de llevar el negocio del bar municipal, pagando el inquilino en torno al 30% o 40% de los gastos de calefacción y luz. Otro de los requisitos era ser una pareja o una familia con niños para poder repoblar el pueblo. Dos de estos ejemplos fueron Hontanar (Toledo), con 145 habitantes, e Irueste (Guadalajara), en la comarca de la Alcarria, con 68. Ambos colgaron el cartel de abierto este enero, meses después de la oferta, tras recibir miles de solicitudes. Nota aquí.
Bar El Banderín. Buenos Aires
Un siglo de historia para el bar de los banderines que visitaron famosos de todo el mundo: “Es un refugio para todas las edades”
Banderines de Boca Juniors y River Plate originales fabricados en Rusia, otro de cuero bordado de la época de los campeonatos Evita y cientos de distintos clubes del mundo: España, México, Estados Unidos y Alemania, entre mucho más se entremezclan con diversas camisetas: la del gol número cien de Daniel Passarella o la que utilizó Claudio Caniggia en el Mundial de fútbol de Italia. Así como libros históricos, entre ellos, el de Alumni (el primer club de Argentina) que data del año 1923.
Estas son tan solo algunas de las reliquias y excentricidades que se pueden apreciar mientras se bebe un café en jarrito o una cerveza bien fría con maní en “El Banderín”, en la esquina de Billinghurst y Guardia Vieja en Almagro. “En total habrá casi quinientos banderines”, afirma Luis Sarni, detrás del mostrador de este Bar Notable, que acaba de cumplir un siglo deleitando paladares. En cada rincón del Banderín se respira fútbol, tango y mucha historia de la ciudad. Es que aquella casona de techos altos fue fiel testigo de cada una de las etapas de transformación del barrio.
El inicio como almacén, la madre de Gardel y “El Asturiano”
Fue don Justo Riesco, un inmigrante español, quien junto a su mujer María sentaron las bases de este mágico reducto porteño. Cuentan que a principios del siglo XX Riesco dejó atrás su querida tierra en Cangas del Narcea, Asturias, y se embarcó rumbo a lo desconocido. Se instaló en el barrio de Almagro y una década más tarde, el 15 de noviembre de 1923, abrió su propio almacén y despacho de bebidas. Lo bautizó “El Asturiano”, en conmemoración a sus orígenes. En poco tiempo se transformó en un clásico e incluso se expandió en el barrio con otra pequeña sucursal, cerca del Abasto, donde dicen que era clienta la madre de Carlos Gardel. En esa época, tenían una barra de estaño y vendían todo a granel. Asimismo, contaban con gran variedad de fiambres y lácteos.
Los Riesco fueron unos visionarios para la época: en un costadito, habían puesto un par de mesas para que los parroquianos pudieran beber y picar algo mientras jugaban a los naipes. “Por su cercanía al mercado de Abasto después de la jornada laboral se armaban largas tertulias. Cuentan que venían a tomar cañas y vermú o cócteles clásicos como el Ferroviario o el Cañonazo. Se acercaban muchos italianos del barrio. También tangueros”, revela Luis y nos muestra un tesoro de la época: una botella gigantesca de vermut Cinzano envuelta en paja. “Es muy antigua. Antes para evitar que se rompieran las protegían así”. Nota aquí.
Gustavo Santaolalla: un guerrero no detiene jamás su marcha
El músico y productor argentino celebra 25 años de la edición de “Ronroco”, el disco que le abrió las puertas del cine. Ahora, para celebrar el aniversario, emprende una gira mundial y prepara un perfume.
La historia de Gustavo Santaolalla con el ronroco, ese instrumento de cuerda andino similar al charango, comenzó cuando era un niño, pero no la compartió con el mundo hasta que lanzó su álbum Ronroco. Ahora celebra el 25 aniversario de esa producción con toda una serie de proyectos, incluida la creación de un perfume. “Ese álbum, en realidad, contiene grabaciones que abarcan 13 años de mi vida”, dijo Santaolalla en una entrevista reciente por videollamada desde Los Ángeles.
Santaolalla creció admirando al charanguista Jaime Torres, y sus caminos se cruzaron cuando le pidieron producir un compilado en el que estaba incluido Torres. A Santaolalla le daba vergüenza mostrarle lo que estaba trabajando con el ronroco, pues lo fusionaba con música del mundo, incluyendo África, Asia, Europa del Este y la Pampa argentina. Y lo interpretaba con una técnica diferente a la de los músicos tradicionales.
A Torres le dijo que las grabaciones eran de “unos amigos”, pero el maestro se dio cuenta inmediatamente de que era él y le dijo que tenía que hacer un disco. “No hay regla de cómo se toca el instrumento y tú has encontrado el espíritu al instrumento”, recordó que le dijo.
Finalmente, el álbum fue lanzado en enero de 1998, cuando Santaolalla tenía 46 años. Incluía su característico tema “Iguazú”, que no tardó en ser empleado en la película The Insider (El dilema) con Al Pacino y Russell Crowe. “Me abrió las puertas del cine”, dijo Santaolalla, quien tras esta colaboración fue convocado por la supervisora de sonido Lynn Fainchtein para la película Amores perros, de un debutante Alejandro G. Iñárritu. Nota aquí.
Diez años de la muerte de Paco de Lucía
El músico de Algeciras, un genio irrepetible, revolucionó con su técnica el flamenco y lo proyectó al mundo. Nota aquí.