Juan Carlos tenía sólo 10 años y ahí estaba su abuelo Genaro, con su traje de pana negro, con más de 60 años de sabiduría vinícola a sus espaldas; sentado en el porche de la caseta junto al tío Julián, el cura, que se estaba liando un cigarrillo de caldo con aquellos papeles amarillos que aún se usaban a principios de los años sesenta; contemplando su sueño, un viñedo propio donde hacer buenos tintos tras toda una vida trabajando para otros. Leer nota.
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