José Tomás se va de vacío en la despedida europea de César Rincón.
Hay que resaltar la seriedad de sus dos faenas, sin concesiones, arrimándose en ambas de forma apabullante, según acostumbra. Mejor en su primero, más templado y con más dominio de la técnica. En el quinto, su obsesión por el hieratismo mermó a veces su mando sobre el toro. Pero, quede claro, si mata a los dos, al final hubiera estado también en la Puerta Grande. Leer nota.
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