sábado, diciembre 13, 2008

Ismael Serrano

Qué traía Ismael en esa voluminosa maleta con la que apareció en el escenario?.
Antes de poderme hacer siquiera la pregunta, se quitó el sombrero y me engulló. Bajo los focos melancólicos del Gran Teatro se esparcía un imaginario puerto de mar, una lonja en la que trapichear con los sueños; ecos de sirenas de barcos, y también de las de cola más abajo del cinto, rumor de olas e imaginario olor a sal. Serrano habló tanto como cantó. Mitad y mitad, vamos. Embelesó de principio a fin con su discurso fino y hábil, de oratoria propia de poeta, escritor y filósofo, de encantador de serpientes, agasajado luego por una legión de seguidores capaces de hacer cola tras los bises para saludarle, bajo el mucho frío de una medianoche de diciembre. Leer nota.

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