"Yo ya puedo considerarme amortizado".
Hubo un tiempo en que la Navidad se sabía inminente en Madrid cuando Javier Krahe se encerraba dos semanas consecutivas a cantar en el Café Central. Luego llegaría Álvarez del Manzano, presa de los celos, para robarle el protagonismo a golpe de zambomba y villancico en la plaza Mayor. Pero pasan los alcaldes y el socarrón de la alargada figura permanece fiel a sus costumbres. Leer nota.
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