El flamante presidente de EE.UU. aseveró en su discurso inaugural que las cuestiones de seguridad nacional no deben afectar la vigencia de los derechos humanos. Bien dicho. Sus primeras medidas fueron el cierre de la base de Guantánamo en un año, la suspensión de los procesos incoados por tribunales militares a algunos de los 245 detenidos que allí siguen y la suspensión del régimen de torturas al que han sido sometidos. Bien hecho, sobre todo lo último. Los presos seguirán presos en otros campos de concentración que el Pentágono instaló ya en distintos países y Obama no dispuso que sus casos pasen a tribunales civiles, como demanda Amnesty. Estas decisiones sin duda interrumpirán el declive del más que dañado prestigio de EE.UU. en el mundo. Leer nota.
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