El adiós al violinista del monte.
Autor de más de 300 temas, en su mayoría gatos y chacareras, fue el exponente más genuino de la cultura rural santiagueña. Aun en los últimos años, aquejado por múltiples dolencias producto de la edad, conservaba su picardía intacta.
Ciudadano ilustre de Santiago del Estero, patrimonio cultural de la provincia, entre otros títulos que se ganó en los últimos años, cuando le había llegado el tiempo de cosechar los reconocimentos institucionales. Defensor acérrimo del quichua, la lengua que como tantos comprovincianos habló “desde el vientre materno”, prohibida durante años en las escuelas santiagueñas, transformada en una vergüenza. “Peluquero peinador”, según el diploma que lo habilitó para el oficio con el que se ganó la vida durante años. Leer nota.
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