En la plaza de Tiananmen, China, un hombre flaco se paraba delante de una columna de tanques. Un cameraman y cuatro fotógrafos convirtieron la escena en un símbolo.
La vejez es acordarse del momento en que sucedieron los hechos que ahora son historia. O, si prefieren, lo llamaremos madurez, pero da más o menos lo mismo: hoy se cumplen veinte años –veinte años– del día en que aquel hombre se convirtió en un símbolo. La escena en el televisor era tan simple, tan despojada, tan perfecta, que parecía una puesta: solemos creer que la realidad nunca se muestra tan prolija. En la plaza de Tiananmen, Pekín, China, un hombre flaco con su camisa blanca, su pantalón negro y dos bolsitas de plástico en la mano se paraba delante de una columna de tanques y la frenaba con la fuerza de su presencia enclenque. Leer nota.
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