Apoteosis de José Tomás en la Monumental de Barcelona.
Y al mito que se hizo carne hace tres años lo elevaron a las faldas del Tibidabo exhausto en una penúltima ola de entusiasmo. José Tomás a hombros de un pueblo de demonios que danza en nuestras cabezas. Barcelona supuraba la última esperanza por la herida, vestido de verde ídem y oro el dios de piedra de Galapagar. Cinco orejas y un baúl de tauromaquia pura a rastras. Una cosa de proporciones inmortales que navegará en la barca de Caronte por la laguna estigia con las almas de una plaza desbordada que se entregaba a la vida del toreo para no morir. Pero morir se acaba...Leer nota.
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