Lengua larga
Semipostrada pero vital, la mejor voz que se ha oído en México hace balance de vida. Y a los 90, ya amortizada, no se calla: llama a las cosas por su nombre y se ríe de todo.
La perra de Chavela Vargas se llama Dolores. Vigila a los que llegamos con celo, rondando los pies de cada uno, olisqueando los zapatos. Ya tranquila y por fin sosegada, se acuesta a la vera de su ama. "Uno no tiene un perro, los perros lo tienen a uno; ellos marcan las horas, lo que hay que hacer. Yo, que nunca quise tener ni hijos ni ahijados, tengo perro –se queja–...
Chavela, se la ve bien. Decían que estaba muy enferma...
¡Sí! Tú di que sí, que estoy muy enferma, que me muero, dilo. Di que me estoy muriendo... ¡para joderlos a todos!. Leer nota.
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