“El tiempo no logró destruir nuestra química”
9 PM. Centro Cultural Torquato Tasso. Adentro, prueba de ensayo. Afuera, la cola llega hasta la calle Brasil. La noche está hermosa y suenan pedacitos de “Los Mareados”. También de “El Témpano”, viejo clásico de batalla. Atisbos de lo que vendrá en breve, cuando el presentador sugiera apagar los celulares y la luz artificial mute por la de las velas. Cuando el despojo y la calma se transformen en intensidad, y goce. “Lo que sucede entre los dos es distinto a cualquier otra posibilidad musical, y es muy gratificante. Me mata decir que conservamos una química que el tiempo no ha logrado destruir”, dirá Juan Carlos Baglietto en el hiato de tiempo que va entre la prueba de sonido y el recital. Uno toma agua mineral, el otro se clava una feta de salame y los dos esperan en quietud, arrojados sobre la liviandad de un sillón. Hacía nueve años que no tocaban juntos. “¿La verdad?, es como si hubiese sido ayer”, se regocija Lito. Leer nota.
9 PM. Centro Cultural Torquato Tasso. Adentro, prueba de ensayo. Afuera, la cola llega hasta la calle Brasil. La noche está hermosa y suenan pedacitos de “Los Mareados”. También de “El Témpano”, viejo clásico de batalla. Atisbos de lo que vendrá en breve, cuando el presentador sugiera apagar los celulares y la luz artificial mute por la de las velas. Cuando el despojo y la calma se transformen en intensidad, y goce. “Lo que sucede entre los dos es distinto a cualquier otra posibilidad musical, y es muy gratificante. Me mata decir que conservamos una química que el tiempo no ha logrado destruir”, dirá Juan Carlos Baglietto en el hiato de tiempo que va entre la prueba de sonido y el recital. Uno toma agua mineral, el otro se clava una feta de salame y los dos esperan en quietud, arrojados sobre la liviandad de un sillón. Hacía nueve años que no tocaban juntos. “¿La verdad?, es como si hubiese sido ayer”, se regocija Lito. Leer nota.
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