No hay explicación
Las cosas –y la vida- nunca tienen
explicación posible. Por ejemplo,
no sabría explicarte
porqué, tras tanto tiempo, todavía
me viene ese recuerdo de tus labios
buscando mi saliva, ni tampoco
qué extraño mecanismo me hace ahora
sentir el mismo tacto que sentía
cuando andaba dibujando
en tu piel versos y cartas.
Completo aquí.
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