Los más realistas - y quizá los más sensatos, no lo niego - suelen encontrar en las fiestas de Navidad el blanco perfecto para sus irónicas críticas hacia la sociedad de consumo, la apología del derroche o la hipocresía sentimental del resto de los mortales. Les molestan el fariseísmo y los atascos, las colas y el oportunismo, la sinrazón y el ridículo. Supongo que todos ellos están, estos días, escondidos en sus casas, hartos de bacanales, asqueados por la orgía, mientras algunos de sus seres queridos (¡malditos!) se esfuerzan (que sí, que a última hora) en encontrar un presente que les agrade, señor. Crónica completa aquí.
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