Hoy Manuel Cuesta
La Espiga como buque fantasma de la noche, como visión de nimbos entreabiertos donde es posible el milagro de la cordialidad. Qué tiene la noche si no es cordialidad, vestida con los mimbres del misterio. La Espiga, como espacio, tiene esa hospitalidad de encuentro, porque incluso los mismos materiales, su gente y esa disposición amable y recoleta, hacen a uno pensar que nuevos episodios están aún por venir. Así sucede en locales como La Espiga, que promueven también la Capitalidad Cultural con esa acción efectiva de la programación propia, que es la mejor manera de vincularse, de puertas para adentro, con cualquier iniciativa verdadera de cambio.
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