Joaquín nos cuenta en su blog.
Nuestro gran poeta joven.
Quizá lo conocemos más ahora, cuando se ha disipado ya su imagen de mártir fragilísimo al final. Quizá lo imaginábamos algo más amigo de Federico García Lorca, pero ahora conocemos su relación fraterna con Vicente Aleixandre o su filiación brumosa con el mundo selvático de Pablo Neruda. Sabemos, en suma, muchas otras cosas de Miguel Hernández que durante muchos años han permanecido ocultas y enterradas: como su propia vida, como su misma obra, fuera de cuatro tópicos repetidos hasta la extenuación. Quizá haya interesado una simplificación de su imagen pública, como pudimos ver en aquella serie de televisión, simplista hasta el delirio. Quizá haya interesado ofrecer un perfil en bajorrelieve y sin aristas, sin esa evolución proteica y decidida que en apenas ocho años, entre 1931 y 39, fue el mayor crecimiento, en menor tiempo, de la poesía española, para dejar al poeta dentro de la trinchera en la que tan heroicamente militó. Así ha permanecido, declamando junto a sus compañeros, enfangado de sangre y de metralla, para quedarse en estampa militante. Crónica completa aquí.
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