Se acabó.
Sí. Se acabó. Se lo he escuchado por tres veces al ministro del Interior del final del ETA "eso se acabó, eso se acabó, eso se acabó". Lo decía emocionado, confesando que esta noche ha dormido poco y ha llorado mucho, se refería a esos sobresaltos de las ocho de la mañana -ETA solía inaugurar los días con fuego y sangre-, a los funerales, a los puños apretados de rabia, a tanto dolor como se ha sufrido y se sufre en este país. El lunes escribía en estas mismas páginas que están aquí y están en tus manos, que, sin ETA, este país habría sido otro y espero que, ahora que tienen la mano en el picaporte para abrir la puerta y salir de nuestras vidas, este país sea otro. Crónica completa aquí.
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