Manuel Fraga Iribarne
Pensaba yo aplicar, con respecto a la muerte de Fraga, la máxima wittgensteiniana: De lo que no se puede hablar, hay que callar. Ya saben, por aquello del respeto a los difuntos y el hastío que produce polemizar una y otra vez sobre obviedades. Pero no hay manera. Imposible mantener el silencio. Porque lo que se está haciendo en la mayor parte de la prensa estos días es un ejercicio de revisionismo insoportable. El patrón, el demócrata irascible, el tragaldabas tierno, el hombre que guió a nuestra derecha hacia la tolerancia, el venerable caudillo de corazón gaitero. Crònica aquì.
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