El testamento de Atahualpa Yupanqui
A veces me pareciera intuir que, como ya dijo Ortega para el hombre, también las cosas tienen su circunstancia. La capataza, ese libro de Atahualpa Yupanqui publicado en 1992, me llegó casi al mismo tiempo que la noticia de su muerte (ocurrida en Nimes, al sur de Francia, ese 23 de mayo) y, sin embargo, entre el auténtico dolor por semejante pérdida y las habituales efusiones de rigor que prodigaron los medios –en este caso, harto merecidas–, me sorprendí con la alegría de reencontrarlo, vivo, en esas páginas. Que eran una cabal reafirmación de su lirismo pero que, editadas apenas un mes antes de su partida, se volvían sin duda un testamento. Nota aquí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario