A la huelga, camaradas.
Desde mi exilio palermitanoporteño conmino a la revuelta, me sumo a las filas de los insurrectos, enarbolo la bandera del paro general. ¿Venceremos? Bueno, hay un pequeño problemita. La clase asalariada se halla sumida en el pánico, medrosa de que le arrebaten el pan de sus niños (con cierta razón) y súmese a ello la legión lumpenproletaria en la que el sistema ha convertido a la juventud trabajadora, devastada por el analfabetismo, la precariedad y la mera idiocia. Mas no hay que desesperar. Cunda el optimismo. Manténgase alta la moral. Crónica aquí.
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