Cuba, cuando el tiempo nos alcanza.
Las calles se acomodan al mercado.
Agosto también es un bálsamo en La Habana. El malecón cambia de fisonomía con el reloj del día. Por la mañana temprano, cuando el calor no asfixia, jóvenes corren por el paseo marítimo para conservar o alcanzar la forma física. El mediodía es patrimonio de los que se lanzan a la pesca de un pargo, subidos en una goma de camión, ataviados con un bañador liviano, bañados por el sol tórrido del Caribe. En la tarde, cuando el calor amaina, los cubanos acceden a este sofá de los sueños habaneros que es el paseo del malecón. Nota aquí.
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