Anécdotas y reflexiones: hablan Joaquín, sus músicos y el poeta Luis García Montero.
Varona y García de Diego, escuderos fieles de Sabina.
Cuando escucha los nombres de Pancho Varona y Antonio García de Diego, músicos que lo acompañan desde hace años, compositores de gran parte del fondo sonoro de sus palabras cantadas y productores de varios de sus discos, Joaquín Sabina sonríe con ternura. Está en la cocina del cuarto piso de un edificio de la madrileña calle Relatores. Allí, frente a la estación de metro de Tirso de Molina, está su hogar, su Aleph personal, donde adornos taurinos, figuras de santos pícaros y de diablitos no tan malos conviven con infinidad de libros. Nota aquí.
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