El bar que vive en un tango
La chapa, modesta y con un enlozado blanco pero ya tirando a gris, estaba clavada una de las paredes de afuera. Con unas letras desteñidas, que alguna vez habían sido azules, todavía se podía leer “Bar El Progreso”. En 1968, sobre los vidrios de una tonalidad ligeramente azulada, la presentación escrita era menos pretenciosa: sólo decía “Café Bar”, sin otro aditamento. Sin embargo, para propios y extraños, aquel lugar no tenía nada que le hiciera honor a ese nombre que aún se adivinaba sobre la chapa en la pared. Para la gente, ese bar era simplemente el “Café La Humedad”, el mismo que Cacho Castaña describió aquel año con “una baladita” que, con el tiempo, se iba a convertir en un “tangazo” de esta Buenos Aires bien tanguera. Nota aquí.
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