Un volcán en erupción hecho artista.
La galería estaba abierta, era martes a la tarde, entraba y salía gente. Él saludaba amablemente a todos, no eludía ni miradas, ni preguntas. Tampoco a mí, que sin conocerme me recibió con extrema amabilidad.
Me asombraba su habilidad, su destreza. Como si tuviese ocho brazos contestaba el teléfono, negociaba con Viviana Waizmann, que apilaba obras para su galería de Nueva York, posaba u hablaba conmigo y sacaba un cigarrillo para de inmediato salir a fumar. Es una máquina, un volcán en erupción hecho artista. Nota aquí.
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