Luis García Montero
La carretera de circunvalación pasa justo al final de la calle. Las luces de los coches se mueven por el atardecer como un ruido en los ojos. La vida en este suburbio está llena de ruidos en los ojos. El desamparo del invierno quizá preferiría quedarse quieto, no pensar, no sentir, pero el mundo se mueve gracias al hocico de un perro desorientado, a las bolsas de plástico que arrastra el viento y a la gente que baja desde la parada del autobús con mochilas y cansancio. Los bajos del puente se han convertido en un vertedero. Se acumulan las latas, las botellas y los cartones. Si se mira hacia allí, la pobreza cae sobre la realidad como una persiana oxidada. Los coches pasan por encima de la basura. Nota aquí.
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