Juan Gelman, una historia argentina
El exilio, el asesinato de su hijo en la dictadura y la desaparición de su nieta marcaron su vida.
El martes, cuando vi el rostro de Juan Gelman en el noticiero, me pregunté qué nuevo premio le habrían dado porque, en verdad, ya se los habían dado todos. Sólo en los últimos años, y sin ser exhaustivos, había ganado el Juan Rulfo (2000), el Reina Sofía (2005), el Cervantes (2007). Pero, pocos minutos después, supe que su rostro estaba ahí porque había muerto. Recuerdo vagamente —y vanamente— mi único encuentro con él, después de la entrega del premio Cervantes a José Emilio Pacheco en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares. Era un día azul, muy tieso. Alguien nos presentó, diciendo que yo vivía en Buenos Aires, y él, entonces, me preguntó en qué barrio. Aún a riesgo de que pareciera invento tuve que decirle la verdad: en Villa Crespo, donde él había nacido, y, para más ay, a tres cuadras de la cancha de Atlanta, el equipo del que era fanático, que lo nombró socio ilustre en 2006 y que, en el mismo acto, le regaló un trozo de su antigua tribuna. Me preguntó, escueto, lejano, cómo estaba la cancha, mientras fumaba hasta el carozo un cigarrillo y me miraba con unos ojos que parecían, a la vez, alertas, cansados y burlones. Nota aquí.
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