por Joaquín Carbonell
Cuando un amigo entrañable se marcha, se lleva todo con él. Salvo cuando ese amigo es músico. Distanciado y ausente, nos deja un legado de su existencia, como pocas referencias pueden acercarnos a él con tanta fidelidad. Es la inmensa suerte de que exista la música.
Labordeta fue muchas cosas y su creatividad se diluye en múltiples burbujas que para mucha gente, solo representan la faceta más visible de este aragonés. Estoy seguro de que la mayoría de españoles le recuerda por aquella salida de pata de banco que fue el "¡A la mierda!", que tantos amigos celebramos y aplaudimos. Otros habrán descendido a la lectura de algunos de sus libros más populares, como el Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados, que dibujó un parlamentario tan humano que parecía un extraño en el paraíso. Otros le añoran por aquella manera de aparecer en televisión, empeñado en frenar todo vestigio de vanidad y tontería. Demostró que se puede hacer televisión sin excesos de maquillajes y sin engolar la voz cuando se habla de quesos…Nota aquí.
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