lunes, noviembre 24, 2014

Joaquín Pérez Azaústre

El ministerio de la felicidad

Encender una vela en la oscuridad no es solamente una fabulación al abrigo del fuego. Hay grandes narradores que nos cantan y calientan la hoguera en el abrigo de las buenas historias, matices que anudamos al relato de un instante de nuestra biografía que recordamos siempre. Y son grandes momentos, cuando puedes echar la vista atrás y recordar la canción que estabas escuchando al tocar unos muslos, al adentrarte en esa inmensidad que es la despedida de una época. Esto es el abrigo, la posibilidad de este regreso al paraíso más o menos mudable, pero aún intacto en una melodía, en los versos que pueden cabalgar en un vacío de tiempo que llenamos. Y me ocurre con grandes cantautores, quizá con los más grandes: con Silvio, con Serrat. Sé que puedo volver a ellos y sentir algo parecido a lo de entonces, o recordarlo al menos, y contemplar al hombre que soy desde los ojos de un muchacho que no era tan distinto, aunque no había sentido el peso de los días, sabiendo que él también podrá reconocerme si me encuentra. Crónica aquí.


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