Ese acordeón sin fronteras
Radicado en Francia desde hace casi treinta años, el notable músico “guaraní porteño” está de visita para presentarse en el Festival del Chamamé y llevar a cabo un ciclo en la ciudad. Pero todo es relativo: “En realidad, vivo en los dos lugares”, dice.
Suena “La tierra sin mal”, un clásico. En los momentos calmos de la versión, que Raúl Barboza adapta in situ para su trío argentino (Nardo González en guitarra y Roy Valenzuela en contrabajo), irrumpe una especie de “ruido del calor”. Una manifestación sonora del verano porteño, dicho de otra forma, que no tiene que ver con lo que pasa arriba del escenario, más bien debajo: el apurado sonido de la cerveza que cae dentro de los vasos, el de las copas que chocan con las botellas o el de los improvisados abanicos de las damas que pueblan el Café Vinilo. Nota aquí.
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