La Tía Juana La Crista
Fueron años terribles. Estaban los espejos
rotos. Y el hambre era un cuchillo
separando los huesos de la carne.
Un pueblo de miseria. Y el amargo
dolor de los vencidos.
Aquel año primero de la victoria infame,
la Tía Juana, la Crista, llevaba
rapado el pelo y en sus ojos, la rabia.
En su boca aún sentía el sabor del ricino.
Pero dicen que anduvo con la cabeza alta
cuando los falangistas, entre risas y cantos
la soltaron -tan sola- por las calles del pueblo.
rotos. Y el hambre era un cuchillo
separando los huesos de la carne.
Un pueblo de miseria. Y el amargo
dolor de los vencidos.
Aquel año primero de la victoria infame,
la Tía Juana, la Crista, llevaba
rapado el pelo y en sus ojos, la rabia.
En su boca aún sentía el sabor del ricino.
Pero dicen que anduvo con la cabeza alta
cuando los falangistas, entre risas y cantos
la soltaron -tan sola- por las calles del pueblo.
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