Elogio de Krahe (in memoriam)
Murió el caballero de enjuta figura y canosa barba que se miraba en el infinito Georges Brassens pero que más allá del bardo de Sète edificó un cancionero con vida propia, de sucesivas ironías fijándose en el paisaje cotidiano. Amó, vivió y soñó el poeta que citó a Gerardo Diego en “El ciprés”, una de esas canciones afrancesadas que tan sutilmente llevó a su propio territorio. Krahe fue a su modo “un surtidor de sombra y sueño” que le cantó a la vida que tanto amó y a las mujeres al modo donjuanesco y trovadoresco que enunció con su planta de filólogo Martí de Riquer.
Su figura sólo pudo incomodar a los muy necios. Hay un Madrid que tembló en su voz y una España que ora y bosteza que atizó siempre con el estandarte luminoso de su humor. Por unas horas -al hilo de su adiós- todo el mundo quiso ser Krahe, incluso los que suelen despreciar a los cantautores metiéndolos en un mismo saco, ignorando la amplitud misma de la palabra. Crónica aquí.
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