Sonrisa del Luthier eterno
El oficio periodístico produce ciertos acostumbramientos extraños: hacer necrológicas, por ejemplo. Esta es sin embargo una que cuesta mucho concretar, porque se trata de una muerte que resulta absolutamente cercana, aunque no medie una relación de amistad, siquiera por fuera de la enorme afinidad sostenida que generó lo que este músico y actor cosechó durante medio siglo de trabajo artístico. Murió Daniel Rabinovich, y con él termina Les Luthiers tal como se lo conoció por más de cuatro décadas, al menos desde la muerte de otro de sus fundadores, Gerardo Masana. Con él se va –y al mismo tiempo permanece– una manera de hacer humor y de plantear un espectáculo absolutamente única, hecha tanto de don, repentismo y carisma propios como de formación, de manejo y conocimiento interno dentro de un grupo, como de respeto por un público al que él siempre supo tratar como semejante. Nota aquí.
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