jueves, agosto 25, 2016

Joaquín Pérez Azaústre

Lorca, bomba atómica

Hoy pienso en el poeta, en sus dudas y su respirar ante el viento más duro arrasando un país

Regresamos a Lorca como a una plenitud, una playa dorada en su extensión de torsos macerados de sol. Cada uno puede edificar su propia construcción de García Lorca, la realidad y el mito, el mapa de una obra interminable en su interpretación: desde el nuevo simbolismo y la sensorialidad del discurso en el Romancero gitano, esa plasticidad de las voces despiertas en la sensualidad originaria como un conocimiento de la vida, hasta el fuego profético de Poeta en Nueva York, con los negros de Harlem en el friso del tiempo, nuestro viejo Walt Whitman y esa descripción del crack del 29 que tomó el pulso visionario y místico, transversal y telúrico, a lo que sería el Nueva York el 11-S, con los cuerpos fugaces delineando el silencio, arrojados al hondo vacío del rascacielos, entre las cenizas del mundo que nunca llegó a ser. Nota aquí.


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