1.
Lo quemaron en la hoguera, por blasfemia,
los esbirros tridentinos de la fe,
los licores del amor y la bohemia
maquillaban sus arrugas y su sed.
Conjuraba con su verbo la epidemia
de un decenio tan vulgar y tan fané,
con su canto, su orfandad, su polisemia,
les quitó a las semifusas el corsé.
Qué más puedo decir, era mi hermano,
mi cómplice, mi cuate, mi maestro,
en un bar sin ventanas a la RAE.
Competía con Brassens cada verano,
tan anarquista y, sin embargo, diestro
en el apocalipsis según Krahe.
Completo aquí.
Lo quemaron en la hoguera, por blasfemia,
los esbirros tridentinos de la fe,
los licores del amor y la bohemia
maquillaban sus arrugas y su sed.
Conjuraba con su verbo la epidemia
de un decenio tan vulgar y tan fané,
con su canto, su orfandad, su polisemia,
les quitó a las semifusas el corsé.
Qué más puedo decir, era mi hermano,
mi cómplice, mi cuate, mi maestro,
en un bar sin ventanas a la RAE.
Competía con Brassens cada verano,
tan anarquista y, sin embargo, diestro
en el apocalipsis según Krahe.
Completo aquí.
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