Benjamín Prado, a sorbos.
Vivanco es una locura maravillosa. Un proyecto inesperado que, por su pasión, me recuerda a Rafael Alberti.
Conoció a Rafael Alberti en un bar y, con la osadía de los 19 años, y aún con mayor sinceridad, le transmitió honestamente qué le parecía su obra. Todo un remolino de frescura poética para alguien acostumbrado a los elogios. Desde entonces fueron inseparables, dos almas gemelas entrelazadas entre caminos de tierra. Cuatro huellas, dos al abrigo de la sombra del ángel, salpicadas de versos, de risas, de confidencias, de la memoria de la literatura recordada en cada rincón de España.
A Bob Dylan, y a su Hurracan, le debemos el primer poema de un escritor que huye de la rutina. Por un motivo misterioso sigue escribiendo poesía. Y novelas. Y lejos de la estética de un poeta taciturno y solitario entre el asfalto del siglo XXI, Benjamín Prado es un conversador optimista y vital, al que le parece más interesante aprender que enseñar. Un hombre que a sus cincuenta y… ha logrado conquistar a un público joven gracias a su último poemario Nunca es tarde. Un buen pretexto para conocerle a través de este canto al amor maduro, que se aleja del personalismo de la literatura. Nota aquí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario