Joaquín Sabina, caníbal de sí mismo
El músico devora, a golpe de retranca e ironía, las leyendas y los achaques que le rodean, en un WiZink Center con todo el papel vendido
Desde hace uno meses Joaquín Sabina lo niega todo. Y no sólo eso, se ríe de las leyendas que le avalan, las crisis de la salud que le achacan o el paso del tiempo que le atribuyen. Ya no le hacen falta las comillas de sus canciones para hablar sin tapujos, para llorar sin vergüenza y para emocionarse ante lo evidente. Anoche, en el WiZink Center y ante más de 15.000 personas, el músico lo volvió a hacer: con la mirada puesta en el público, la honestidad que le caracteriza, aferrado con sus dos manos al micrófono y conteniendo casi la respiración devoró la rabia acumulada por el paso de los años y la estricta decisión de rechazar, como dice el tema que da nombre a su último trabajo, incluso la verdad. Nota aquí.
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