Historias bajo la manga
Miguel Zavaleta habla de sus años con Suéter, Charly García, su interés por el jazz y su pasión por el fenómeno extraterrestre.
En el libro sin escribir de los códigos del rock se dice que, para ser leyenda, uno primero debe morir y recién entonces la leyenda se abrirá paso entre la tierra y las cenizas, y ya nada podrá pararla. Si se muere joven y en la cresta de la carrera –27 años, lo certifican Janis, Cobain, Morrison, Hendrix, es la edad ideal para ser leyenda del rock–, mejor aún. ¿Pero qué pasa con esta leyenda llamada Miguel Zavaleta, creador de Suéter, autor de un puñado de los hits más resonantes de los ’80, un artista que pasó de disputar codo a codo el podio del rock con Virus, Soda y los Abuelos de la Nada a, lisa y llanamente, desaparecer en la estratósfera? ¿Qué sucede con una leyenda cuando aún sigue viva, tiene casa frente al Abasto y cada dos por tres se lo ve por la zona, sin tierra y sin cenizas, y sin halo de estrella, tomando un cafecito con su hija de 12 años, a la que mima con locura?
Pero el rock tiene un no sé qué. Y las reglas, siempre se las ha pasado por el reverendo traste. Así que aquí estamos con Zavaleta, el músico al que le puso el ojo Charly para producir su disco más glorioso, 20 caras bonitas –allí estaban los hits “El anda diciendo” y “Vía México” –, y a Miguel se lo ve más vivo que la mayoría de los vecinos del Abasto. Nota aquí.
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