Los misterios que encierra una botella de vino
He dicho convencido que un cocinero se forma en veinte años de trabajo. Es como si nuestro oficio llegara entonces a un silencio disciplinado que abraza técnica e intuición con logros de sencillez. Pero aprender a beber vino lleva por lo menos treinta. No quiere decir que en el camino no lo disfrutemos o mantengamos opinión académica, pero una boca aguerrida para la cata es una boca madura de miles de reflejos enológicos.
El vino rige mi vida, no por beodo, tomo poco, sino porque es un creciente misterio. A medida que pasan los años y las botellas conozco nuevas y complejas tramas de sabor que alaban la belleza de paladar que instiga pensamientos que llevan a buenas conversaciones. Nota aquí.
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