De Cuando Éramos Niños. -
Tus trenzas golpeando la espalda
eran las campanadas de las doce
en un domingo de primavera.
No podía apartar la mirada de ti,
no podía apartar la mirada de ellas.
Reías con esa risa de mujer en construcción
que viste falda corta para someter al mundo.
Quisiera respirar a tres centímetros de tu pelo
ese aroma a siega, paja y heno,
a lustrosas mañanas y tostados ocasos,
esos que no consigo alejar del sueño.
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