El amor
se ha hecho temporal de invierno
y el frío azota
despiadadamente mi cuerpo
que, casi insensible,
se deja llevar por la furia del viento.
Abro los brazos
y dejo a la lluvia resbalarse en mi,
gota a gota.
Las manos acarician
el vientre despojado de mariposas.
El corazón descansa,
sumido en profundo sueño.
Los latidos se aceleran
por instinto, por deseo.
La piel reacciona
con el calor de un roce,
se abandona ante el aliento
de una boca sedienta
que beba de ella.
Y cada amanecer despierto
buscando el rayo de sol del abrazo
que traiga, por fin, el deshielo
a este alma que nunca supo
disfrutar del invierno.
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