Hincharse de emoción,
llenarse de ganas,
desbordarse de ilusión,
como el globo de helio
que el niño, orgulloso,
sostiene entre sus dedos.
Entonces, de pronto,
el infortunio,
la ráfaga de viento,
un despiste absurdo.
El globo se desorienta
alzando el vuelo, descontrolado.
Después siente que se desinfla,
pierde fuerza entre las nubes,
se lamenta,
extraviándose para siempre,
desapareciendo,
como la ilusión,
inevitablemente,
en la inmensidad del cielo
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