martes, junio 26, 2018

Karmelo C. Iribarren

UNA MAÑANA DE VERANO

Hoy me he despertado
con ganas, con algo parecido
al entusiasmo. 
Me ducho -me he dicho-
me preparo el café y salgo
ya mismo a la calle,
porque hoy -no cabe duda-
va a haber algo para mí en alguna parte.
Y aquí estoy ahora,
en la terraza del café Viena,
detrás de mis gafas de sol,
a la caza del menor atisbo,
de la más diminuta expectativa,
pero empezando ya a pensar
-viendo las primeras nubes ahí arriba-
si no habrá sido todo
una falsa alarma.
No importa. Me levanto
antes de que me impacte
la primera gota
y echo a andar hacia el río.
Vuelvo a casa con él (y contigo
en el pensamiento)
y a no más de cincuenta metros del portal
se rompe súbitamente el cielo.
Ligeramente moteado
miro la tormenta un rato
desde mi estudio
y me lanzo a la escritura de un poema
que versa sobre un día de verano
en el que la suerte
no me fue del todo esquiva.

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