Un encuentro
Nos encontramos después de tantos años.
Tú tan guapa y yo en los mismos bares.
Te acompaña una joven. Dices: Es mi hija.
Tiene tu misma cara. Esa sonrisa
burlona con que siempre me trataste.
Sus ojos son tus ojos. Y adivino
el mismo corazón. Esos latidos
capaces de arrastrarme hasta el infierno.
Tú tan guapa y yo en los mismos bares.
Te acompaña una joven. Dices: Es mi hija.
Tiene tu misma cara. Esa sonrisa
burlona con que siempre me trataste.
Sus ojos son tus ojos. Y adivino
el mismo corazón. Esos latidos
capaces de arrastrarme hasta el infierno.
Me hablas de las cosas que se hablan
cuando todo está dicho y no hay preguntas.
Ella nos mira seguramente preguntándose
si alguna vez fuimos jóvenes o siempre
hemos tenido esta tristeza
de estación sin viajeros y sin trenes.
cuando todo está dicho y no hay preguntas.
Ella nos mira seguramente preguntándose
si alguna vez fuimos jóvenes o siempre
hemos tenido esta tristeza
de estación sin viajeros y sin trenes.
Ella no dice nada.
Solo mira impaciente el reloj mientras le cruza por la cara
ese gesto tan tuyo de fastidio.
Solo mira impaciente el reloj mientras le cruza por la cara
ese gesto tan tuyo de fastidio.
Te marchas, prometiendo una llamada
que sé que nunca harás.
Vuelves de pronto la cabeza: “¿Sabes?
dentro de poco cumplirá los veinte años”.
Casi los mismos
que se cumplen ahora
de nuestra última huida
a ese hotel nunca olvidado de Lisboa.
que sé que nunca harás.
Vuelves de pronto la cabeza: “¿Sabes?
dentro de poco cumplirá los veinte años”.
Casi los mismos
que se cumplen ahora
de nuestra última huida
a ese hotel nunca olvidado de Lisboa.
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