Más que fin de fiesta, una fiesta sin fin
Al frente de The Nada y con algunos invitados que agregaron vuelo, el argentino-alaskeño celebró los diez años de su espectáculo con una velada atravesada por canciones que lo embellecen todo.
El asunto no admite muchas vueltas: hay músicas que hacen bien, y punto. Cuando se iba el domingo, los pocos transeúntes que pasaban cerca del Luna Park podían sentir algo quizá definible como el rumor de la felicidad, las maquinarias de la alegría echándose a rodar. Sobre el escenario, una pequeña multitud de músicos abrazándose entre ellos y a la distancia con el auditorio; allí, cinco mil personas entregadas al baile, al acompañamiento y al coro, a esa sensación de plenitud que la música puede producir. En el centro Kevin Johansen, un tipo que a esta altura no necesita mayores cartas de presentación porque cada vez que se presenta está bien defendido por las canciones. El responsable de la paradoja de llamar a un espectáculo Fin de fiesta, y que lo desatado sea una fiesta sin fin. Nota aquí.
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