miércoles, enero 30, 2019

Luis García Montero

Llamo a los poetas o a quien haga falta

Después de la exaltación de los momentos iniciales de su compromiso político, Miguel Hernández sufrió una crisis de confianza ética que dejó escrita en su libro El hombre acecha. Nunca perdió la esperanza, pero se sintió angustiado al ver que sus propias manos podían convertirse en garras a causa de la crueldad de la Guerra Civil. En Llamo a los poetas convocó a sus compañeros para hablar, abandonar las solemnidades retóricas y lavarse con agua las mentiras de los labios. El dolor le hizo desear una conversación, algo que también había sentido unos años antes al recibir la noticia de la muerte de su amigo Ramón Sijé: “que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma compañero”.

La conversación no resulta siempre fácil. Miguel Hernández era buen amigo de Vicente Aleixandre, al que le había dedicado Viento del pueblo, y de Pablo Neruda, destinatario principal de El hombre acecha. Pero sus relaciones con algunos de los poetas convocados habían resultado muy difíciles. Cuando llamó a Alberti, Cernuda, Prados o León Felipe, quiso ofrecer una apuesta por la unidad frente a los verdaderos enemigos, dejando a un lado la diferencias, los rencores y los malentendidos. Nota aquí.


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