jueves, febrero 28, 2019

Antonio Machado

Machado, Collioure, Sevilla

Un ferroviario francés dejó el testimonio más valioso de la muerte de Antonio, a quien su hermano Manuel despidió en suelo francés. La relación entre ambos es objeto de una exposición en Sevilla.


Son las tres y media de la tarde del 22 de febrero de 1939. Es Miércoles de Ceniza, la misma ceniza que aún reposa en los hombros de la chaqueta raída del poeta. Antonio Machado acaba de fallecer en una habitación de la segunda planta del hotel Bougnol-Quintana en un pueblecito del Mediodía francés llamado Collioure. A su lado, está su madre enferma, quien, en un fogonazo de lucidez, alcanza a preguntar qué le ha ocurrido a su hijo. Sin embargo, doña Ana Ruiz morirá horas después. Hace ochenta años de aquel día que marcó la historia del exilio y de las letras españolas. “Antonio Machado. Sevilla 26 VII 1875. Collioure 22 II 1939”, se lee en su tumba. 
Pero, ¿cómo fueron los últimos días de Machado? Los testimonios de su familia, de amigos y de algunos vecinos del pueblo francés se refieren a sus paseos por la playa. Quizás charlaba con sus heterónimos, preguntaba a Abel Infanzón qué tiempo haría en los patios de su Sevilla vieja o debatía las cosas de la vida con Juan de Mairena mientras se apoyaba en el bastón con ese gesto tan suyo buscando el sol huidizo de aquella población pesquera, inmortalizada en los cuadros de Matisse o Derain. “Dos veces salió a ver conmigo el mar que tanto anhelaba”, anotaría en una carta de aquellos días su hermano José, quien lo acompañó, junto a su mujer Matea Monedero, al exilio. Nota aquí.

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