martes, abril 02, 2019

Luis García Montero

Recuerdos de la lengua

La memoria es una biblioteca con libros cargados de secretos, imágenes e historias añadidas como recortes de viejos periódicos. La vida será un destino personal mientras siga dejando huellas, arrugue páginas y llene las superficies de rastros. Al preparar una intervención para el Congreso Internacional de la Lengua que se ha realizado en Córdoba, Argentina, me encontré con un artículo de Julio Cortázar publicado por el periódico El País el 25 de junio de 1978. Decía el autor de Rayuela: “Como tantos latinoamericanos que escribieron y escriben en español a miles de kilómetros de sus patrias, mantengo el contacto con mis hermanos prisioneros o vilipendiados, escribo para ellos, porque escribo en su idioma, que siempre será el mío”.

Palabras que son recuerdos de un tiempo propio en el que el final de la dictadura española se mezclaba con la represión y las cárceles latinoamericanas. Estudiar la obra literaria de Rafael Alberti o de Max Aub, dos exiliados españoles, era una apuesta que se relacionaba de manera íntima con la llegada a mi ciudad de desterrados argentinos o chilenos. La lengua es el acto de afirmación más importante de una existencia que está obligada a fluir no ya entre coyunturas más o menos difíciles, sino en una dinámica en la que el desarraigo y el sentido de pertenencia a una comunidad se hermanande forma inevitable. Nota aquí.


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