En Madrid no hay playa
Sin embargo, existe un azul distinto que nos ayuda a comprender el tiempo
Madrid tiene un gran escollo que le hace sentirse menor, quizá incompleta. En él, encontramos un punto débil a priori irrebatible que no encuentra réplica. Es insalvable. Es una cuestión de geografía, y frente a eso nada se puede hacer, porque por suerte no mandamos sobre la tierra, aunque algunos se empeñen en demostrar que eso no es cierto y quieran destruir la casa de todos.
En Madrid no hay playa. Eso es un hecho tan real como que los días de frío mis rodillas crujen y duelen. Las piscinas municipales, que están muy bien, son un consuelo en los días de calor más apretados, no cabe duda, pero entrar en comparaciones sería como decir que el agua sólo es agua, y los que amamos el mar sabemos que eso no es verdad. No he encontrado aún una metáfora que exprese el simbolismo del mar. Es una cuenta pendiente que tengo con la poesía, pero es que creo que está más allá de las palabras. Al final, las palabras sirven para contener un concepto y hacerlo estallar, y para mí el mar siempre estuvo por encima de todo. Es inviable pretender reducirlo a un concepto o a un verso bonito. Yo sólo sé que cuando no puedo más, me siento frente al mar y todo se reduce. Nota aquí.
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